Entrevista | Eduardo Galeano

Segunda parte:

—Por las crisis económicas, muchos latinoamericanos se vieron forzados a emigrar hacia Europa y los Estados Unidos. ¿Se trata esta partida de una elección totalmente individual o hay que considerar la coacción que ejerce el contexto sobre esas personas?

—No se van porque quieren. Se van porque los echan. Los emigrantes son desesperados, gente que se han cansado de tanto esperar y que, ya sin esperanza, huyen. Pasan los años. A algunos les va bien, a otros no tanto. Pero todos siguen, mal que bien, lo confiesen o no, con las raíces al aire. Los que vamos al dentista sabemos que las raíces al aire duelen.

—La izquierda ha cobrado fuerza en los últimos tiempos y ha logrado históricos triunfos electorales en diversos países del cono sur, incluido Uruguay. ¿Cree que estos resultados representan una prueba de que América Latina se hartó de la injusticia? En todo caso, ¿qué pueden hacer estos gobernantes para abrir una etapa de mayor justicia social?

—Lo primero que tienen que hacer es cumplir con lo que prometieron que iban a hacer. Esto es lo que más me preocupa. Las encuestas, las serias, las de verdad, demuestran que la mayoría de los jóvenes no cree en la democracia en América latina. Y no sólo las encuestas. En la última elección de Chile, modelo de democracia si los hay, dos de cada tres jóvenes no votaron. No se tomaron el trabajo de inscribirse, por la sencilla razón de que no creen en eso. Esta es, creo, la gran responsabilidad de los políticos latinoamericanos. Los muchachos no quieren circo, y tienen razón. Ya basta de piruetas para engrupir a los giles.

—Cuba ha sido un estandarte en política social durante los últimos cincuenta años. Un Estado que mantuvo viva la utopía romántica de un modelo social más justo. Hoy parecen avecinarse tiempos de cambios para la isla. ¿Cómo cree que puede ser el después de Fidel?

—No sé. Ojalá Cuba pueda mantener vivas sus dos mejores fuentes de energía: la solidaridad, porque Cuba es el país más solidario del mundo, y la dignidad, que Fidel Castro ha encarnado, hasta ahora, contra viento y marea. Yo he manifestado públicamente, en más de una ocasión, mis divergencias con la revolución cubana, porque entiendo que ha hecho lo que pudo y no lo que quiso, pero no puedo comulgar con la negación del derecho a la divergencia y del derecho a la libre circulación de las personas y de las ideas. Pero en fin, así es la vida. Sigo creyendo, y creeré mientras viva, que la verdadera militancia se ejerce desde la libertad de conciencia y no desde el deber de obediencia.

—Oriente Medio se tambalea: Afganistán e Irak en ruinas, Palestina sin voz y en el olvido, el Líbano en llamas, Irán y Siria expectantes. ¿Puede salvarse Oriente Medio? ¿Cumple alguna función América latina, en este sentido?

—En Oriente Medio se está jugando el destino del mundo. Doña Condoleezza habla de un nuevo mapa. Ella no lo dice, pero quiere decir: que los países que tienen petróleo se incorporen como nuevas estrellitas a la bandera de los Estados Unidos, para que el miembro más querido de la familia siga siendo ese que duerme en el garaje. En esta guerra geopolítica por el dominio del petróleo, Israel desempeña un triste papel. Sus gobiernos sucesivos, desde hace años, hacen todo lo posible para que el mundo crea que Israel no es más que una base militar estadounidense. Yo no lo creo.

—Mientras el mundo centra su atención en Oriente Medio, parece que una vez más se ha olvidado a un continente en agonía constante. ¿Nos hemos hecho inmunes a la hemorragia diaria del continente africano?

—Ninguna tierra del mundo ha sido tan maltratada, humillada, desangrada, como Africa. Eso que llaman Occidente tendría que empezar por pedirle disculpas...

*Gentileza de la revista Teína,

www.revistateina.com

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